La ansiedad se encuentra presente en todas las poblaciones globales, trascendiendo las diferencias culturales; es una emoción universalmente experimentada.

Los orígenes de la ansiedad, por tanto, pueden relacionarse con la adaptación evolutiva del ser humano a las  amenazas ambientales, posibilitando con ello la supervivencia de nuestra especie al desencadenar respuestas de “lucha o huida”.

Sin embargo, este mecanismo natural de adaptación, en ocasiones se torna un trastorno cuando su intensidad, duración y frecuencia exceden la respuesta proporcionada a las demandas del ambiente y afectan e interfieren significativamente con la vida diaria de la persona.

En el presente artículo repasamos diversos factores y experiencias que pueden contribuir al desarrollo de los trastornos de ansiedad. Mediante la comprensión de dichos factores, podemos comprender mejor las herramientas que necesitamos para manejarla y dar pasos hacia la consecución de la paz y la tranquilidad que anhelamos en nuestras vidas.

VULNERABILIDAD GENÉTICA

Resulta ampliamente reconocido que los factores genéticos pueden desempeñar un papel crucial a la hora de predisponer a una persona a padecer trastornos de ansiedad. Los estudios sugieren que quienes cuentan con antecedentes familiares de dichos trastornos son más propensos a padecerlos.

Igualmente se ha observado que las predisposiciones genéticas relacionadas con la regulación de los neurotransmisores implicados en el estado de ánimo y la regulación emocional, también se vinculan con los trastornos de ansiedad.

Sin embargo, desde el campo de la epigenética, se pone de relieve que, aunque ciertos genes pueden aumentar las probabilidades de desarrollar ansiedad, la influencia de los factores ambientales estresantes resulta crucial en la precipitación efectiva de dichos trastornos.

Los avances en la investigación genética revelan variantes génicas específicas que podrían estar asociados al incremento del riesgo de desarrollar trastornos de ansiedad. En general, dichos avances propician el camino para una comprensión más profunda de los fundamentos biológicos de la ansiedad, pudiendo contribuir en el futuro al desarrollo de tratamientos más específicos y eficaces.

CAUSAS PSICOLÓGICAS

Al examinar las causas psicológicas de la ansiedad, es esencial tener en cuenta la compleja interacción de los pensamientos, las emociones y las experiencias pasadas que contribuyen al desarrollo y mantenimiento de los síntomas de ansiedad.

Las causas psicológicas abarcan un amplio abanico de factores que actúan a nivel cognitivo, emocional y conductual, influyendo en última instancia en la susceptibilidad de una persona a la ansiedad.

Las raíces de las causas psicológicas de la ansiedad son los patrones de pensamiento y la percepción del mundo, incluida la interpretación de los estímulos ambientales y la generación de un diálogo interno distorsionado.

Estos procesos cognitivos pueden tener un impacto significativo en el estado emocional de una persona y en la experiencia de la ansiedad. Además, las heridas emocionales no resueltas y los traumas pasados pueden crear también un terreno fértil para la aparición de síntomas de ansiedad, ya que pueden provocar sentimientos persistentes de miedo, vulnerabilidad y angustia emocional. El dolor emocional no resuelto, junto a las creencias interiorizadas que proceden de heridas pasadas pueden influir en la configuración de la perspectiva del mundo y del autoconcepto de la persona.

PENSAMIENTOS Y EMOCIONES

Los pensamientos y las emociones dan forma a la percepción del individuo de sí mismo, de los demás y del mundo; por lo que, algunas pautas de pensamiento negativas, o creencias distorsionadas o irracionales, pueden contribuir al mantenimiento de los síntomas de ansiedad y de un constante estado de percepción de peligro inminente.

 

CREENCIAS IRRACIONALES

Las creencias irracionales son pensamientos o convicciones que no están respaldados por la lógica o por la evidencia empírica. Son patrones de pensamiento rígidos e inflexibles, y generan gran malestar emocional.

De entre todas las creencias irracionales posibles vamos a comentar tres de ellas.

Uno de los modos desadaptativos de pensar es la catastrofización. Con bastante facilidad podemos caer en el pensamiento catastrofista, magnificando las consecuencias potenciales de los acontecimientos y percibiendo las situaciones como abrumadoramente negativas. Esta distorsión contribuye a experimentar un estado crónico de ansiedad, ya que la persona anticipa y se prepara constantemente para los peores desenlaces. Al mismo tiempo, esto refuerza los sentimientos de indefensión y de falta de control, exacerbando aún más los síntomas de ansiedad.

Otro de los modos desadaptativos de pensar es la sobregeneralización. Mediante esta distorsión, tendemos a sacar conclusiones generales basadas en evidencia limitada. Por ejemplo: una persona que, buscando empleo, no ha conseguido encontrarlo, puede concluir que “nunca conseguirá un trabajo”.

La “deberización” es otro de los pensamientos distorsionados que pueden tener gran peso en la generación de malestar emocional. Se refiere a la tendencia a creer, de manera irracional, que uno “debería” actuar, sentir o ser de un modo determinado, por encima de las circunstancias que determinan nuestra realidad. “Debería ser perfecto”, “Debería tener el control de la situación”…

En general, las creencias irracionales generan ansiedad, estrés, frustración y culpa, ya que imponen mandatos poco realistas y rígidos sobre uno mismo, los demás o las circunstancias

SESGOS DEL PENSAMIENTO

Además, las creencias distorsionadas o irracionales tienden a mantenerse y reforzarse debido a la presencia de ciertos sesgos en nuestra percepción. En concreto, el sesgo atencional, por el que la persona atiende a ciertos estímulos e ignora otros; y el sesgo atribucional, por el que tendemos a interpretar ciertas situaciones como amenazantes para nuestros intereses.

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EMOCIONES ABRUMADORAS E INTENSAS

De igual manera, las emociones abrumadoras e intensas, como el miedo, la vergüenza o la incertidumbre, pueden inducir un aumento de la ansiedad, llegando a desregular nuestro estado anímico

 AUTOEVALUACIONES NEGATIVAS

La autocrítica o el autojuicio, pueden contribuir a la perpetuación de los síntomas y al desarrollo de trastornos de ansiedad. Autoevaluarse continuamente de forma severa e imponerse, a sí mismo y a los demás, normas poco o nada realistas terminar por crear un sentimiento generalizado de inadecuación, generando un ciclo de estrés y ansiedad crónicos.

 

DIÁLOGO INTERNO

Si centramos nuestro diálogo interno en autoevaluaciones negativas generaremos un estado crónico de angustia emocional que afectará negativamente a nuestra autoestima. Por ello es importante para nuestra salud mental, cuidar ese diálogo interno y permitirnos la autoindulgencia. Ello es una forma de practicar la compasión y el autocuidado.

 

TRABAJO TERAPÉUTICO

Los profesionales de la salud mental pueden proporcionarnos la oportunidad de procesar, entender y ayudarnos a integrar las heridas emocionales pasadas, al mismo tiempo que nos brindan herramientas para identificar y modificar los patrones de pensamiento negativos. Ésto nos permite tomar conciencia de cómo interactúan los pensamientos y las emociones, y entender mejor las raíces profundas de la ansiedad. La terapia nos ayuda a desarrollar estrategias de afrontamiento más saludables y a cultivar un repertorio emocional más equilibrado ayudándonos y facilitándonos el camino hacia una mayor capacidad de recuperación y bienestar psicológico.

 

 

 

 

 

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